San José, modelo y patrono de los trabajadores
San José “se impone entre
todos por su augusta dignidad, dado que por disposición divina fue custodio y,
en la creencia de los hombres, padre del Hijo de Dios. De donde se seguía que
el Verbo de Dios se sometiera a San José, le obedeciera y le diera aquel honor
y aquella reverencia que los hijos deben a sus propios padres. De esta doble
dignidad se siguió la obligación que la naturaleza pone en la cabeza de las
familias, de modo que San José, en su momento, fue el custodio legítimo y
natural, cabeza y defensor de la Sagrada Familia. Y durante el curso entero de
su vida él cumplió plenamente con esos cargos y esas responsabilidades. Él se
dedicó con gran amor y diaria solicitud a proteger a su esposa y al Divino
Niño; regularmente por medio de su trabajo consiguió lo que era necesario para
la alimentación y el vestido de ambos; cuidó al Niño de la muerte cuando era
amenazado por los celos de un monarca, y le encontró un refugio; en las
miserias del viaje y en la amargura del exilio fue siempre la compañía, la
ayuda y el apoyo de la Virgen y de Jesús. (...)
Hombres de todo tipo y
nación han de acercarse a la confianza y tutela del bienaventurado San José.
Los padres de familia encuentran en San José la mejor personificación de la
paternal solicitud y vigilancia; los esposos, un modelo perfecto de amor, de
paz, de fidelidad conyugal; las vírgenes a la vez encuentran en él el modelo y
protector de la integridad virginal. Los nobles de nacimiento aprenderán de
José como custodiar su dignidad incluso en las desgracias; los ricos
entenderán, por sus lecciones, cuáles son los bienes que han de ser deseados y
obtenidos con el precio de su trabajo. En cuanto a los trabajadores, artesanos
y personas de menor grado, su recurso a San José es un derecho especial, y su
ejemplo está para su particular imitación.
Pues San José, de sangre
real, unido en matrimonio a la más grande y santa de las mujeres, considerado
el padre del Hijo de Dios, pasó su vida trabajando, y ganó con la fatiga del
artesano el necesario sostén para su familia. Es, entonces, cierto que la
condición de los más humildes no tiene en sí nada de vergonzoso, y el trabajo
del obrero no sólo no es deshonroso, sino que, si lleva unida a sí la virtud,
puede ser singularmente ennoblecido. San José, contento con sus pocas
posesiones, pasó las pruebas que acompañan a una fortuna tan escasa, con magnanimidad,
imitando a su Hijo, quien habiendo tomado la forma de siervo, siendo el Señor
de la vida, se sometió a sí mismo por su propia libre voluntad al despojo y la
pérdida de todo.
Por medio de estas
consideraciones, los pobres y aquellos que viven con el trabajo de sus manos
han de ser de buen corazón y aprender a ser justos. Si ganan el derecho de
dejar la pobreza y adquirir un mejor nivel por medios legítimos, que la razón y
la justicia los sostengan para cambiar el orden establecido, en primer instancia,
para ellos por la Providencia de Dios. Pero el recurso a la fuerza y a las
querellas por caminos de sedición para obtener tales fines son locuras que sólo
agravan el mal que intentan suprimir. Que los pobres, entonces, si han de ser
sabios, no confíen en las promesas de los hombres sediciosos, sino más bien en
el ejemplo y patrocinio del bienaventurado San José, y en la maternal caridad
de la Iglesia, que cada día tiene mayor compasión de ellos.”
Fuente: Blog ARCADEI, León XIII, Quamquam Pluries, Carta Encíclica
sobre la devoción a San José, promulgada el 15 de agosto de 1889
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